Una introducción a la bibliotecología social/progresista
Por Edgardo Civallero
La siguiente entrada es una introducción a un artículo del autor, "¿Qué es la bibliotecología progresista? Una aproximación básica", que puede descargarse, como pre-print, desde E-LIS. En breve el artículo será publicado en formato completo (incluyendo citas y bibliografía).
No creo estar equivocado al señalar que, como bibliotecarios, hay un par de momentos, (aunque no son los únicos) en los que, bien mirando hacia delante –cuando damos los primeros pasos en la profesión–, bien echando la vista atrás –después de varias décadas tropezando por el camino–, nos preguntamos por la realidad en la que está inmersa y de la que forma parte la biblioteca. Al dar los primeros pasos en la profesión, quien más y quien menos, apuesta por su papel transformador de la sociedad. Al cabo de un tiempo tropezando por el camino, algunos empiezan a preguntarse si en vez de transformador, el papel de la biblioteca (y nuestra función dentro de ella) no está siendo más bien continuador, cómplice quizá, de lo establecido.
Los interrogantes se multiplican en el seno de aquellas sociedades que atraviesan situaciones socio-económicas o políticas difíciles, o convulsas. Algunos bibliotecarios se concentran en su trabajo y apenas si elevan la vista, para no tener que afrontar todo lo que ocurre a su alrededor. Intentan aislarse de su entorno, seguir como siempre pese a todo. Pero hay otros que dejan por un momento sus tareas y se detienen a observar lo que sucede en su comunidad, en su círculo de amistades, en su familia o en su propia vida. Y no pueden evitar sentir cierto malestar, a veces traducido en frustración y otras, en indignación. Tampoco pueden evitar que les asalten ciertas dudas sobre su labor cotidiana, y llegan a plantearse si no sería mejor estar haciendo alguna otra cosa "que verdaderamente sirviese para cambiar algo" en lugar de estar allí, entre los cuatro muros de una biblioteca, ordenando y prestando libros.
Todo esto que acabo de escribir no es fruto de mi imaginación, ni un mero "recurso literario" para comenzar una entrada de blog. Hace 14 años que soy bibliotecario, y a lo largo de todo ese tiempo he leído y escuchado dudas como las que acabo de mencionar arriba. Yo mismo las tuve cuando empecé mi carrera, y no me son ajenas a día de hoy. Las oí en Argentina en 2001, cuando parecía que el mundo se nos caía a pedazos. Las encontré en Chile, en Bolivia, en Perú, en Ecuador, en Guatemala y en México, en boca de los colegas que asistían a mis cursos. Las leí en las líneas que me escribían otros tantos profesionales del resto de América Latina. Las vislumbré en el sur de África, en el sureste de Asia, en la costa canadiense, en las islas del norte de Australia, en Brasil y en Italia, en el Reino Unido y en Rusia. Las hallé entre jóvenes de futuro incierto y personas con un largo camino recorrido. Y las encuentro ahora mismo en España, en medio de una crisis que está sacudiendo no pocos cimientos.
Numerosos profesionales han indagado sobre ellas y buscado la manera de resolverlas. Algunos lo han conseguido tras un largo proceso de reflexión, y han obtenido resultados dispares, que dependen de las motivaciones, creencias, ideologías o filosofías de cada cual. El problema de fondo es que cada individuo se haya visto forzado a encontrar, por su cuenta y riesgo, respuestas a preguntas que resultan tan importantes para el quehacer profesional. Interrogantes que tarde o temprano terminan surgiéndonos a muchos de nosotros: ¿para qué hacemos lo que hacemos? ¿Hay solo una manera de hacerlo? ¿Podríamos hacer otra cosa? ¿Cómo lo están haciendo otros colegas? ¿Cómo lo han hecho en otros lugares, en otros momentos?
Lamentablemente, en muy pocos casos las escuelas o facultades en las que nos formamos nos proveen de alternativas, y desde luego no es en ellas donde se analizan y consideran distintas opciones. Esta falencia no es achacable solo a las instituciones educativas; la bibliotecología como disciplina se ha basado en gran medida en un modelo "de gestión" o "de procesos" dentro del cual ni siquiera se sugiere la búsqueda de una razón o un sentido que vaya más allá de lo inmediato, lo mecánico y lo mensurable: procesamiento técnico, distribución de información (sobre todo a través de nuevas tecnologías) y análisis de resultados cuantificables.
[Ciertamente se han creado, en las arenas del mainstream bibliotecario, grupos de discusión de cuestiones relativas, p.e., a la ética de nuestro trabajo. Pero, como muchos otros, suelen ser proyectos cooptados por el establishment que, lejos de cuestionar el modelo dominante y sus bases, terminan plegándose a sus dictados].
De modo que las preguntas siguen allí, inevitables como el dinosaurio del cuento de Monterroso: ¿para qué adquirimos libros u otros soportes, para qué los organizamos, catalogamos y clasificamos, para qué difundimos información, para que abrimos las puertas de nuestro acervo a la sociedad en general y a nuestros usuarios en particular? ¿Estamos logrando los objetivos que perseguimos? ¿Algo se mueve y se altera a nuestro alrededor gracias al trabajo que hacemos, algo cambia? ¿Esta labor nuestra, para la cual nos hemos preparado a conciencia, es válida, valiosa, necesaria, bien recibida, útil?
Y ese interrogarnos sobre nuestro desempeño nos conduce a cuestionar el de la propia bibliotecología: ¿mantiene una postura crítica o conformista? ¿Está jugando un papel transformador o normalizador? ¿Emancipador o instrumental?
Existe una corriente de pensamiento y acción dentro de la bibliotecología que se denomina "progresista", "crítica" o "social" y que sostiene que las disciplinas del libro y la información son mucho más que un conjunto de técnicas, una colección, unos servicios y unas estadísticas. Que todo ese entramado es solo un instrumento para alcanzar un fin, no el fin en sí mismo. Y que ese fin no es otro que utilizar la información y la biblioteca como herramientas de cambio social, en pos de la igualdad, la libertad y la justicia.
La bibliotecología progresista ha hecho el esfuerzo de intentar dar respuesta, desde una perspectiva crítica y activista, a algunas de las cuestiones planteadas hasta aquí. Y lo ha hecho comprometiéndose socialmente y manteniendo un diálogo permanente con la realidad que desea cambiar. Sus análisis y reflexiones y sus aplicaciones prácticas han demostrado que pensando, discutiendo, planificando, proyectando y trabajando con nuestros usuarios, involucrándonos con nuestra comunidad y participando en nuestra sociedad local y global es posible avanzar hacia ese otro mundo deseable. Defendiendo y apoyando la alfabetización y la lecto-escritura como derechos básicos, y el libre acceso a la información, y el uso democrático de la misma en proyectos ciudadanos o de desarrollo de base. Poniendo el conocimiento más actualizado a disposición del profesional de la salud, el docente, el abogado o el ingeniero, lo mismo que del jubilado, el obrero y el estudiante. Promoviendo la igualdad de todas las personas, sin importar, edad, sexo, raza, nacionalidad, clase social, nivel económico o creencias. Luchando contra la discriminación, la injusticia, la pobreza y la intolerancia desde nuestro terreno y nuestra particular trinchera, con nuestras propias "armas".
¿Demasiado pretencioso? ¿Utópico, quizás? No. Totalmente realista. Durante mucho tiempo nos han educado para que no seamos más que peones grises, silenciosos y estereotipados, movidos por otras manos en un tablero que desconocemos por completo. Llevamos tantos años interpretando ese papel que nos lo hemos creído, lo hemos asumido como propio. Sin embargo, hay opciones: caminos que nos llevan hacia otros lugares en los que podemos desarrollar plenamente todas nuestras facultades y en los que, parafraseando a Santiago Alba Rico, la realidad (esa tan llena de aristas y tan enmarañada) no nos encontrará dormidos cuando venga. La bibliotecología progresista es uno de ellos.